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México y el mundo.

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Selección de tochito engrandece la herencia de Sandra Romero

  • Foto del escritor: Redacción
    Redacción
  • 9 sept
  • 2 Min. de lectura
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A cada cancha de tochito bandera que acude la legendaria Sandra Payton Romero la comunidad deportista le pide una fotografía o un autógrafo. Ella accede con esa amabilidad que la caracteriza sin pretensión alguna y soltando risas con el público que la identifica: pionera de la disciplina y campeona mundial, quien vio nacer el flag y su evolución con el paso de los años hasta ser un deporte olímpico.


A sus casi 60 años de edad, Romero todavía juega, entrena algunos equipos y da pláticas motivacionales en las que cuenta sus cuatro décadas de experiencia: 11 mundiales (tres campeonatos ganados, en 2004, 2008 y 2012); integrante del Salón de la Fama de Nueva Orleans en 2003 y recién nominada al Salón de la Fama de México.


“El reconocimiento de la gente es el premio que vale más. Los niños se acercan y platican conmigo, me dicen que soy su ídola. Converso con ellos sobre cómo ser disciplinados, cómo entrenar, ser perseverantes y que pueden llegar a representar a México pero que tengan mucha humildad, eso es muy importante, y te hace todavía más grande”, expresó Payton Romero a La Jornada, mientras recuerda sus inicios en la etapa universitaria donde conoció por primera vez el flag con las Ositas de Acatlán, en 1985.


Romero aplaude en el terreno de juego. Es una señal para recibir el ovoide y al tenerlo esquiva a sus rivales como en los viejos tiempos. Corre y los deja atrás en pocos segundos, observa y lanza el balón con la esperanza de que el pase sea certero. En ella se mantiene esa niña disciplinada que jugó otros deportes (natación, gimnasia, basquetbol, voleibol y atletismo), los cuales la dotaron de fortaleza y agilidad para ser un elemento clave en la ofensiva del equipo.


“Al principio era complicado porque no tomaban tan bien que jugaras un deporte que supuestamente era varonil. Eso fue lo que más nos costó a nuestras compañeras que iniciamos. A mí siempre me apoyaron mis padres, pero a muchas no las dejaron porque pensaban que era rudo; poco a poco los entrenadores de Osos de Acatlán nos apoyaron ”, comentó la capitalina.


La icónica jugadora asegura que la comunidad del flag inició sus primeros torneos locales con una organización distinta.


“Desde 1977 algunos equipos comenzaron a formar una liga. Cuando iniciamos éramos 10 y jugabas una temporada al año. Entonces practicabas otra disciplina para no perder la condición”, dijo.


En la década de 1990 su visión y pasión hicieron que el equipo se arriesgara a viajar a torneos locales en Estados Unidos, y pese a que no había ningún apoyo de algún organismo, encontraron el nivel competitivo que hicieron que Sandra y la selección tricolor colocaran al país como un referente internacional.


En México, las jugadoras se colocaban un pañuelo pegado con velcro en la parte trasera de la cintura, y hasta 1992 que comenzaron la aventura en territorio estadunidense se usaron dos en cada lado.

 
 
 

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