¿Se acuerdan cuando era un enorme escándalo que una persona famosa cobrara por promover a algún partido político en sus redes sociales? ¿Están listos para lo que viene? Yo, soy muy honesta, no lo estoy en absoluto; si hemos prestado atención estas son las cosas que están a punto de pasar en esta víspera tan previamente agotadora de campañas.
Veremos a muchos famosos, de redes y de medios, promoviendo exactamente el mismo mensaje del candidato o partido. Dirán que no es cierto que les pagaron, que lo hacen por convicción. Comenzarán a circular listas supuestamente filtradas con muchos nombres y cifras señalándolos. La indignación y sospecha del origen de ese dinero será inmediata.
Mientras tanto muchos que aparezcan en esas listas y que no han hecho un solo pronunciamiento se tratarán de defender diciendo que ellos no lo hicieron; las muchedumbres orgánicas y boteras de las redes dirán lo contrario. La gente pedirá que se cancele a los famosos que estén promoviendo su preferencia electoral. Habrá un rato de silencio en el que quienes auténticamente tienen convicciones políticas se verán descalificados como “vendidos”, sin importar que sus mensajes siempre hayan sido congruentes con lo que ahora dicen. ¿Hasta aquí vamos bien?
Hace ya varias elecciones, cuando el término influencer no era tan conocido, los actores y conductores de la televisión abierta jugaban este rol político y “empresarial”. Uno de ellos nos dijo en su momento que él vendía, y que le daba lo mismo si era pasta de dientes o un candidato. Por un momento parecía que la presión social iba a acabar con este fenómeno.
Les tengo malas noticias: va a estar peor que nunca. El cálculo de recibir un gran cheque apostando por nuestra corta memoria es demasiado atractivo para los mercaderes de su “influencia”.
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